Tengo que criar al hijo de otra persona mientras su madre se divierte en fiestas – Historia del día

ME ENAMORÉ DE UNA MUJER EMBARAZADA Y LE PROMETÍ AYUDARLA A CRIAR A SU BEBÉ, PERO ELLA SOLO QUERÍA DIVERTIRSE Y EVADIR SUS RESPONSABILIDADES. ME ABANDONÓ, SOLO PARA VOLVER AÑOS DESPUÉS Y HACER ALGO IMPENSABLE.

Tengo que criar al hijo de otra persona mientras su madre se divierte en fiestas – Historia del día

Conocí a Molly en la universidad. Era la chica más hermosa que había visto, pero nunca me prestó atención. Molly solía salir con los hombres más populares, generalmente los jugadores del equipo de fútbol, aunque con el tiempo nos volvimos buenos amigos.

Era alegre, inteligente y una gran persona. Tener su amistad era suficiente para mí, aunque mis sentimientos nunca fueran correspondidos. Finalmente, empezó a salir con Tanner, el capitán del equipo. No era un chico malo, pero siempre pensé que Molly merecía algo mejor.

UNA NOTICIA INESPERADA

Unos meses después, Molly apareció en mi casa llorando. Tanner la había dejado y comenzó a salir con otra chica de inmediato. Intenté consolarla lo mejor que pude, pero estaba destrozada. Un mes después, me confesó algo que cambiaría su vida para siempre.

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—Mark, estoy embarazada —me dijo con lágrimas en los ojos.

—¿Qué? —exhalé con incredulidad—. ¿Ya le dijiste a Tanner?

—Sí, pero no quiere saber nada del bebé. Me dijo que me deshiciera de él porque no está listo para ser padre.

Me hirvió la sangre. —¡Qué idiota! No puedo creer que evada su responsabilidad así. ¿Qué vas a hacer?

—No lo sé. No quiero abortar, pero sigo en la universidad. No puedo ser madre soltera. Mis padres me matarán —sollozó.

—Yo me haré cargo. Nos casaremos, y te ayudaré a criar al bebé. No estarás sola —solté sin pensarlo dos veces.

Molly negó con la cabeza. —No puedo pedirte eso. Lo siento, Mark, pero nunca podré verte de esa manera.

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Le aseguré que no lo hacía por amor, sino porque quería apoyarla. Finalmente, aceptó, y nos casamos en una ceremonia rápida en el juzgado.

UN MATRIMONIO CONSTRUIDO SOBRE RESPONSABILIDAD

La ayudé durante todo el embarazo. No fue fácil, ya que ambos éramos estudiantes, pero estábamos decididos a salir adelante. Cuando Amelia nació, mi mundo cambió por completo.

Me convertí en su padre en todos los sentidos, aunque Molly parecía cada vez más distante. Extrañaba su vida de fiestas y libertades. Aun así, por un tiempo, fuimos una familia feliz. Nadie sospechaba que Amelia no era mi hija biológica porque era el vivo retrato de su madre.

Pero con los años, Molly comenzó a cambiar. Su entusiasmo por la maternidad se desvaneció. Hasta que, cuando Amelia tenía cinco años, finalmente explotó.

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—¡No puedo más! ¡He perdido toda mi juventud! —gritó una noche después de acostar a Amelia.

—¿De qué estás hablando? —pregunté, desconcertado.

—¡No debería haber tenido un hijo! —exclamó, con rabia en los ojos.

—Molly, por favor, Amelia podría oírte… ¡Está en la otra habitación! —le supliqué.

—No me importa. Quiero salir de esto. Voy a pedir el divorcio y no quiero volver a verlos nunca más.

Se marchó esa misma noche. Amelia escuchó todo y se echó a llorar.

—¿Mami se fue? —preguntó entre sollozos.

La abracé con fuerza. —Tu mamá necesita tiempo, pero aquí estoy yo, mi amor. No te preocupes.

Pero Molly nunca regresó.

UNA VIDA SIN MOLLY

Criar a Amelia solo fue difícil, pero nunca me arrepentí. Durante años, Molly no hizo ni el intento de comunicarse con su hija, aunque en redes sociales se la veía de fiesta, disfrutando la vida universitaria que había dejado atrás.

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Lo peor fue cuando vi que se había reconciliado con Tanner, el mismo hombre que la abandonó cuando más lo necesitaba. Eso me dolió aún más, pero al final, no podía hacer nada.

Entonces, justo cuando ya habíamos encontrado la paz, Molly apareció en mi puerta.

—¿Qué quieres? —pregunté con frialdad.

Me miró con falsa dulzura. —Quiero recuperar a Amelia.

Mi sangre se heló. —¿Qué?

Molly suspiró. —Tanner y yo queremos una familia. Es hora de que mi hija vuelva conmigo.

No podía creer su descaro. —¡¿Después de todos estos años?! Amelia ni siquiera te recuerda, Molly.

—Es mi hija. Tengo derecho a llevármela.

Mi mandíbula se tensó. —El único derecho que tienes es marcharte por donde viniste. Amelia ya tiene una familia. Y no eres tú.

Molly intentó amenazarme con abogados, pero no tenía ningún caso. Legalmente, yo era el único padre que Amelia había conocido.

Cuando le conté a Amelia lo que pasó, solo suspiró.

—¿Ella quiere llevarme? —preguntó con indiferencia.

—Sí, pero no tienes que preocuparte. No dejaré que te aleje de mí.

Me abrazó con fuerza. —No quiero irme, papá. Tú eres mi familia.

Y en ese momento, supe que había hecho lo correcto. Molly pudo haber sido su madre biológica, pero ser padre era mucho más que solo compartir ADN.

Ser padre era estar ahí. Y yo lo estuve.

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