Lora seguía de luto por su esposo, y su fiesta favorita, la Navidad, solo le recordaba a él. Lora aún no sabía cómo decirle a su hija, Kira, que su papá no regresaría para Navidad. Pero justo cuando ella encuentra el valor para decir la verdad, Papá Noel aparece para salvar la Navidad.
Lora paseaba por el ajetreado centro comercial, el caos festivo a su alrededor contrastando fuertemente con el peso sombrío en su corazón. Los compradores charlaban y reían, sus carritos llenos de tesoros navideños.
Luces centelleantes decoraban cada escaparate, reflejándose en los adornos brillantes y proyectando un cálido resplandor.
Las conocidas villancicos sonaban por los altavoces, sus melodías alegres casi resultando intrusivas para su melancolía.
Solo para fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Sandra caminaba junto a ella, sosteniendo decoraciones y charlando animadamente.
“¡Oh, Lora, mira este!” dijo, levantando un delicado adorno de cristal en forma de copo de nieve. Captaba la luz, brillando como si estuviera cubierto de escarcha.
Lora logró una sonrisa débil y asintió. “Es hermoso,” murmuró, pero su mirada se desvió hacia una estantería llena de figuras de Santa Claus cercanas.
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Cada uno llevaba la misma expresión alegre, y sus trajes rojos y barbas blancas y esponjosas eran un recordatorio doloroso de John. Una ola de tristeza la invadió, y apartó la mirada, fingiendo estudiar algo más.
Sandra notó el cambio en el ánimo de su amiga. Devolvió el adorno a la estantería y tocó el brazo de Lora suavemente.
“Has estado callada toda la tarde. ¿Estás bien?”
Lora suspiró, sus hombros caídos.
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“Es que… esta época siempre fue tan especial para John. A él le encantaba la Navidad, Sandra. Cada año, se disfrazaba de Papá Noel para Kira.
Ella estaba tan emocionada de verlo, bajando corriendo por las escaleras para encontrarlo junto al árbol. Hacía la Navidad mágica para ella. Pero este año…”
Su voz se quebró, y se detuvo un momento para recomponerse.
“Este año, él no está aquí. Kira sigue preguntando cuándo llegará papá, y no tengo el valor para decirle.”
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Sandra le dio un apretón reconfortante en el brazo de Lora. “¿No se lo has dicho aún?”
“No.” Lora negó con la cabeza, su voz temblorosa.
“Solo tiene seis años, Sandra. Le dije que papá está trabajando muy lejos. Sé que está mal, pero… no puedo arruinar su infancia. No este año.”
Sandra frunció el ceño pensativa, su expresión una mezcla de comprensión y preocupación.
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“Lo entiendo, Lora. De verdad. Pero sabes que algún día tendrá que enterarse. No puedes protegerla de la verdad para siempre.”
“Lo sé,” susurró Lora, con los ojos llenos de lágrimas que luchaba por mantener a raya.
“Pero no esta Navidad. Solo quiero que sea feliz. Aunque sea solo por un rato.”
Sandra envolvió un brazo alrededor de los hombros de Lora, abrazándola suavemente.
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“Eres más fuerte de lo que crees, ¿sabes? Y no estás sola en esto. Estamos aquí para ti.”
Lora asintió, sus labios curvándose en una pequeña sonrisa agradecida.
“Gracias, Sandra. No sé qué haría sin ti.”
Por un momento, el peso sobre su pecho se sintió un poco más liviano, pero el dolor por John persistió, más agudo que nunca contra el telón de fondo de la alegría navideña.
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De vuelta en casa, el acogedor aroma a agujas de pino llenaba la sala de estar, mezclándose con el suave aroma de galletas horneándose en el horno.
Lora y Kira trabajaban codo a codo, desempacando cuidadosamente la caja de decoraciones navideñas que había estado guardada desde el año pasado.
El árbol, recién elegido y erguido en la esquina, parecía brillar con la cálida luz de la habitación.
Sin embargo, en ese instante, mientras Lora colgaba un adorno, la puerta de la casa se abrió de golpe, y al principio pensó que era una ráfaga de viento. Pero al voltear, vio una figura alta, con una túnica roja brillante y barba blanca, que entraba en la sala con una sonrisa amplia. ¡Era Papá Noel!
“¡Ho, ho, ho!” exclamó, mientras Kira corría hacia él, encantada. Lora, con los ojos llenos de lágrimas, no podía creer lo que veía. ¡John había logrado sorprenderlas aún en su ausencia!