Una mujer no sabía que todo lo que se necesitaría para reconciliarse con su madre sería una tormenta en el Día de Acción de Gracias – Historia del día

Cada Día de Acción de Gracias, Jennifer se veía obligada a enfrentar la pregunta que odiaba responder: ¿Por qué no hablas con tu madre? Esperaba que su familia simplemente aceptara su decisión, pero una vez más, este año, la pregunta surgió. Sin embargo, esta vez, Jennifer no podría evitar la conversación.
Jennifer apretó el volante con fuerza, sus nudillos blancos mientras se concentraba en la carretera.

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Su auricular Bluetooth descansaba en su oído, y la voz familiar de su papá resonaba a través de él, tranquila y firme.
“Papá, no entiendo por qué tenemos que pasar por esto cada año”, dijo, con su frustración hirviendo justo debajo de la superficie.

“Porque ella es tu madre, Jen. No puedes ignorarla así,” respondió su padre suavemente, pero con firmeza.
“¡No la estoy ignorando!” protestó Jennifer, con un tono defensivo.

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Esa conversación se sentía como un disco rayado.
La voz de su papá se suavizó. “No la llamas, no le escribes, ni siquiera quieres quedarte para la festividad.”

“No, ¡no lo hago!” replicó Jennifer, con un dejo de dolor mezclado con ira en su voz.
“Papá, ¿se supone que debo olvidar todo lo que ha pasado? Y sabes que ella nunca admitirá que se equivocó…”
“Habla con ella primero. No sabes lo que está pensando. Sí, tiene una personalidad difícil, pero yo la perdoné,” dijo, con tono suplicante.

Jennifer apretó los dientes, aferrándose al volante aún más fuerte.
“Bueno, no deberías…”
“Lo único que te pido es que vengas esta noche, y cenes con nosotros como familia. No necesitamos romper la familia por esto.”
“¿Entonces yo soy la que rompe la familia? ¿Yo? ¿No mamá?” La voz de Jennifer estaba afilada, teñida de amargura.

Una mujer no sabía que todo lo que se necesitaría para reconciliarse con su madre sería una tormenta en el Día de Acción de Gracias - Historia del día“Sabes que no es eso lo que quise decir…” respondió su padre en voz baja, lleno de paciencia.
Jennifer respiró hondo, forzándose a calmarse.
“Está bien… Iré y me quedaré a cenar. Pero no prometo quedarme hasta el final…”
“Eso es suficiente para mí. Te esperaré. Adiós, hija.”
“Adiós, papá,” dijo Jennifer, y luego la línea se quedó en silencio.

Colgó y suspiró profundamente, hundiéndose nuevamente en su asiento. Habían pasado casi tres años desde la última vez que habló con su madre, Sarah.
La ruptura entre Sarah y su padre había sido repentina y dolorosa, y Jennifer aún recordaba las frías palabras que su madre le había dicho:
“Quise esto durante mucho tiempo, pero solo me sentí lo suficientemente valiente para hacerlo ahora que los niños ya están grandes.”

¿Cómo podía ella actuar como si su familia hubiera sido una carga? Al crecer, Jennifer nunca se había sentido cercana a Sarah.
Su madre siempre estaba envuelta en su propio mundo—estudiando, trabajando, socializando.
Rara vez parecía tener tiempo para su familia, y menos aún para Jennifer. En cambio, Jennifer había sido la que asumió responsabilidades mucho más allá de sus años.

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Como hermana mayor, prácticamente había criado a Carly, su hermana menor, mientras Sarah hacía lo suyo.
Jennifer cocinaba la cena, ayudaba a Carly con la tarea y aseguraba que la casa estuviera en orden.
Pero cada Día de Acción de Gracias, Sarah se ponía en contacto, hablando de lo mucho que extrañaba a todos, como si no hubiera sido ella quien se fue.
Esta vez, Jennifer estaba segura de que no sería diferente. Temía las sonrisas forzadas, los intercambios vacíos.

Jennifer estacionó en el conocido camino de grava, respirando hondo mientras miraba la gran casa frente a ella.
Ubicada cerca del bosque y un poco aislada de la ciudad, era la casa en la que había crecido—un lugar lleno de recuerdos, tanto felices como dolorosos.
Miró a través del parabrisas mientras su padre, Thomas, salía por la puerta principal, su rostro iluminándose en el momento en que la vio.

Pero cuando Jennifer salió del auto, algo inesperado ocurrió. En lugar de la bienvenida cálida que había imaginado, su padre la miró con una expresión que no reconoció.
“Jennifer, tienes que saber algo,” dijo su padre con voz temblorosa.

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Confusa, Jennifer dio un paso atrás. “¿Qué pasa, papá?”
“Sarah… no está aquí,” dijo él, su rostro pálido. “Ella ya no vive aquí. Se ha ido, otra vez.”

Jennifer quedó congelada. ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué pasaba realmente?

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