A LOS 71 AÑOS, ¡FINALMENTE ME CONVERTÍ EN ABUELA! ¡Realmente no podía esperar para ver a mi nieto! Pero luego Mark, mi hijo, me dijo que no podía ir a recogerme. Honestamente, siempre sentí que en su nueva vida tan elegante, Mark se avergonzaba de su vieja mamá pobre. Pero los extrañaba tanto que decidí—¡que diablos!—¡Iba a ir a su casa por mí misma!
El frío helado, la nieve, mis malas piernas que apenas funcionaban sin un andador… ¡Caminé CINCO HORAS! Tenía hambre, estaba agotada, y apenas podía mantenerme en pie, pero nada podría detenerme. Cuando finalmente llegué, toqué la puerta. Mark la abrió, mirándome fijamente. Le conté sobre mi viaje, esperando que lo entendiera, pero me gritó: “¡No me importa lo que hayas pasado! ¡Dije que nos veríamos más tarde! ¡Ahora VETE A CASA!” ¡Y luego me cerró la puerta en la cara! Dios, me quedé allí, llorando. ¿De verdad merecía eso?
Más tarde esa noche, de regreso en casa, ya no podía moverme. Mis piernas estaban hinchadas, literalmente se me estaban cayendo. En ese preciso momento, escuché la puerta de mi casa crujir al abrirse.
Cuando Amelia le explicó a su hijo, Mark, que había caminado durante cinco horas para conocer a su nieto, él no mostró ninguna empatía. Le dijo que debía irse y que se encontrarían más tarde. Amelia no podía comprender el enfado de su hijo. Mientras caminaba de regreso a casa, pensaba en cómo las cosas habían cambiado desde que él se casó con Camilla, una mujer de una familia rica. Ella había criado a Mark sola, con la ayuda de su madre, mientras que Camilla había crecido rodeada de lujos.
Pero algo inesperado ocurrió. Mientras caminaba por la calle, exhausta y con las piernas hinchadas, vio a una figura familiar en la distancia: ¡era Mark! Con su esposa Camilla a su lado, él se acercó a ella rápidamente. “¡Mamá!” exclamó, con una expresión de arrepentimiento en su rostro. “Lamento mucho haberte tratado de esa manera. No sabía que habías caminado tanto. Quiero que conozcas a Hans, tu nieto. Por favor, acompáñanos.”
Amelia, sorprendida pero aliviada, aceptó con una sonrisa tímida. Finalmente, después de tanta dificultad, logró ver a su nieto. Sin embargo, no todo salió como esperaba. Cuando llegaron a su casa,
Mark le ofreció un asiento en el salón, pero Camilla, con una mirada fría, le dijo a Amelia que se quedara en la entrada. Mark, sin poder controlar la situación, comenzó a discutir con su esposa. Al final, Amelia comprendió que el lugar donde su hijo vivía ya no era el hogar cálido que había conocido.
“Quizás debería haber venido antes,” pensó Amelia mientras veía a su hijo y su nuera pelear. Pero al menos en ese momento, la vida le había dado la oportunidad de conocer a su nieto, aunque la verdadera batalla estaba por comenzar en su relación con ellos.